Por una cuestión de autopreservación capitalista, el hombre moderno tiende a no ser generoso con el dinero propio. Trata de asegurarlo para su vejez y, en el mejor caso, para su prole. Pero con el dinero ajeno, la generosidad (y la angurria) parecen exacervarse.
Durante muchos años (desde 1993) los trabajadores argentinos acumularon ahorros en las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) soñando con una futura jubilación. El Estado Argentino, aparentemente cansado de supervisarlas, decidió apropiarse de dichos ahorros que quedaron en manos de la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social). La ley fue aprobada el día 20 de noviembre de 2009.

Además de esa masa de fondos, la ANSES empezó a recibir aportes jubilatorios de los trabajadores, calculados en mil millones de pesos mensuales. Con este dinero, el gobierno argentino lanzó planes de crédito para la compra de tan diversas cosas como bicicletas, electrodomésticos, autos y departamentos. No contenta con repartir dinero ajeno para fines tan honorables, la Presidente Cristina decidió salir al rescate de un empresa estadounidense, la General Motors, con 70 millones de dólares.
¿Por qué los Kirchner no venden algunas propiedades que poseen en Santa Cruz y con ese dinero ayudan a quien les venga en real gana?
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